Esto lo escribio Lorena una amiga twittera pero vale la pena publicarlo porque todas nos sentimos identificadas. Siempre se nos han cruzado, y seguiran cruzando, estos Olvidables "Inolvidables"
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Como cada martes a las 22, después de mi sesión terapéutica semanal, necesito socializar con mis amigas los arribos analíticos y los derribos emocionales tratados en el diván. A partir de esto y de los eventos más relevantes de la semana surgen los tópicos de la velada.
Unas con más experiencias, algunas con cierta tendencia a la bizarrías y otras con dominio de maestrías, la “rueda” de amigas desarrolla, mediante turnos organizados, la catarsis metódica acerca del asunto.
Por un episodio casual que viví dentro de mi red social preferida: twitter, surgió el tópico de la semana: hombres que padecen el “Síndrome del Inolvidable”.
Todas y todos lo hemos padecido, ya sea porque algunos evidenciamos ese conjunto de síntomas o porque se lo hacemos padecer a otra persona, generalmente sin siquiera notarlo.
Aquel que padece este síndrome, no tiene un completo registro de la realidad, sino que su visión parcializada del mundo se sostiene en la creencia de que su tránsito por la vida deja marcas imborrables en las personas con quienes se relaciona.
Son personas que construyen su autoestima basándose sólo en la valoración positiva que los otros hacen de él o ella.
En general los síntomas se agudizan cuando “deciden” abandonarnos en busca de “mejores” horizontes aún cuando ésto sea el producto de un elucubrado plan maestro pergeñado por las supuestas victimas persiguiendo el fin de evitar padecer ese bicho inmundo llamado culpa.
Tenía 16 años, cuando conocí el primer espécimen que padecía el síndrome del inolvidable. Era lindo y bien dispuesto pero era extremadamente aburrido y en medio de la revolución hormonal que supone la adolescencia más que mi hermano se había convertido en un estorbo concreto para placeres más genuinos.
Y como la regla social establece que una mujer con el corazón roto puede repartir los pedazos sin tanto resquemor, me empeñé en hacer que me deje.
Así fue que empecé salir a todos lados sin invitarlo ni decirle adonde iba, a recibirlo con mala cara y despeinada (aunque en realidad eso ya lo hacia antes) y como no registraba la indirecta me puse más agresiva y empecé a tratarlo mal y a presumirle al mejor amigo. Ante mi accionar mi papá, hombre sabio si los hay, acompañó mi campaña con una irrevocable sentencia:
- -- Este pibe es un boludo!
Fue luego de un fin de semana en el que no le había contestado ni uno sólo de sus llamados que me fue a buscar a la plaza donde me reunía con mis amigas y finalmente dijo las palabras mágicas: tenemos que hablar. Durante los 16 cumpleaños que siguieron a aquel día recibo cada año mensajes de aquel inolvidable deseando que mi vida tras él haya sido feliz.
Los inolvidables son aquellos que te llaman un tiempo después con una excusa poco creíble, pero que logran despertar cierta ternura con su precariedad y simpleza, o resulta que de aburrida nomás o de pura vengativa que somos, aceptamos verlo. Entonces él llega a la cita muy bien acicalado y con cara compungida te agarra la mano y con la otra en el corazón (literal) te pregunta: decime la verdad, estas bien?
Mas vale zapato!!! que te crees que sos el último padrillo de la granja?
Sin embargo, el síntoma que más me cautiva, es la incapacidad que tienen para registrar al otro. Tan compenetrados están en si mismos, en el conjunto de atributos que lo hacen inolvidables, que no son capaces de ver que nuestra sonrisa plena, nuestro cutis lozano, nuestro pelo brilloso y los 4 kilos menos no son el resultado de una depresión post ruptura precisamente.
Quizá el podio de los casos de tipos que se creen “inolvidables” se lo merezca el que le toco a mi amiga Florencia. Un día estaba buscando libros y unos adornos para su nueva casa, cuando vio entrar a su antiguo cuarto a la madre que con cara desencajada le dijo:
- Te busca, Sebastián.
Florencia estaba realmente sorprendida porque su ex le había roto el corazón y se había esfumado de su vida sin más explicaciones de la noche a la mañana hacía casi 14 meses.
Con cierta cautela pero con muchísima curiosidad lo hizo pasar al living y lo dejó hablar. Sebastián le contó que se había decidido y que había cambiado de carrera y que se había independizado. Le habló también de sus nuevas aspiraciones musicales y de unas vacaciones reflexivas en Tupungato. Finalmente se animó a expresar el objetivo de su visita, y con voz muy débil le comentó que la banda uruguaya de sugestivo nombre tocaba esa noche en La Sodería.
- -- Siempre que escucho No te va a gustar pienso en vos. Quería preguntarte si esta noche querés salir conmigo?
Florencia no cabía en su asombro, no podía creer que él apareciera así, como asi, como si nada, como si el tiempo se hubiere detenido, como si agua que corrió bajo el puente no se hubiese estancado hasta pudrirse. Ella lo miró con los ojos radiando furia pero intentado suavizar su voz le dijo:
- Sebastián, me parece poco acertada tu propuesta. Es evidente que estoy con otra persona ahora, con dos más bien. Estoy embarazada de 6 meses.
A lo que él infeliz que no fue capaz de registrar los 70cm extras de la panza de Florencia, que no pudo imaginar que ella estaba allí de casualidad, pues la lógica en su cabeza de inolvidable le decía que durante esos 14 meses ella sólo lloraba y tejía a su espera, se desterró definitivamente del mundo de los dignos diciendo:
- -- Ah! Yo pensaba que sólo estabas más gorda!
Los hombres con síndrome de inolvidable son así, tienen el tacto de una lija gruesa y con ello logran acelerarnos el odio y el resentimiento de 0 a 100 en 5 segundos.
Ellos creen que cubren todos nuestros recuerdos y espacios terapéuticos, porque así como no podemos dejar de hablar de ellos, tampoco podemos ni debemos respirar sin ellos.
Aunque en honor a la verdad debo reconocer que algo de razón tienen. Pero en mi caso en particular los inolvidables lo único que logran levantarme son los niveles de endorfinas por lo mucho que me hacen reír. Les confieso, que el último martes hasta el terapeuta soltó una carcajada cuando le conté acerca del conjunto de síntomas del ultimo impresentable.
A veces sólo quiero creer en dios para que me proteja de semejante mal, para no pecar de una soberbia tal que roce el papelón.
Espero que ustedes, queridos amigos y amigas, también intenten inmunizarse. O al menos logren reinventarse para que al menos logren transformarse en las líneas de alguien.
Después de múltiples andanzas y tras 4 botellas de Malbec, para el personal y para el resto de los comensales del restaurante, la rueda de amigas se había trasformado en un grupo de hienas esquizofrénicas, por la borbotonada de incoherencias superpuestas que decíamos y porque además tampoco podíamos dejar de llorar de la risa.
Fue entonces cuando un apuesto periodista disfrazado de puma al acecho, se acercó a la mesa y se dirigió a María hablándole acerca de un ensayo en el que trabajaba y quería que se lo corrigiera, fue entonces cuando nos habilitó el temario del próximo martes diciendo:
- Mañana te doy
Entre risas, Laura le dijo: Epa, pero que directo! Y yo agregué: Aunque dicho así, parece un pagaré difícil de cobrar.
Acto seguido el galán huyó deliberadamente excusándose en la falta de vino de su copa.
“La cobardía de los tira piedras“será el tópico de la próxima semana. Mientras tanto sonó mi teléfono, mi dulce olvidable me esperaba en la puerta. Cuando subí al auto la música del estéreo me hizo estallar de risas nuevamente. No te va a gustar me gritaba:
“…me cuesta creer, me cuesta entender que al pobre tipo no le importa si después de muerto nadie se acuerda de él…”
SIMPLEMENTE GENIAL!!!!!!!!!
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